martes, 28 de enero de 2014

Entre lo limítrofe y lo real

Ella creía que la causa de todos sus problemas era el trastorno limítrofe de la personalidad. Lo celebró porque la causa era imaginaria e intangible, es como culpar a la vida. Perfecto!

Cuando se dio cuenta que algo de real había en su miedos, el mundo hizo ¡Crak! el suelo hizo ¡Pop! y su mente hizo ¡Tshhh!


tarde, muy tarde, se dio cuenta de que iba el cuento, no la adora-amaban con todas sus letras, sino solo lo humanamente posible, y eso nunca le parece suficiente, porque a una limítrofe imaginaria, ninguna amo-adoración le parece suficiente.


¿Y que sí sería adora-amar al límite? 


-Ponerla en 1° lugar pese a todo (repito: pese a TODO). No porque lo merezca quizá  porque una limítrofe imaginaria rara vez lo merece, sino sólo por amo-adoración.

-Tener la valentía de poner de lado toda la vida que conocías, para empezar de cero con ella, porque la vida con una limítrofe imaginaria, suele NO ser una vida como la conocías.

-Querer pasar cada jodido segundo junto a ella, aunque no se pueda, al menos quererlo, porque una limítrofe imaginaria necesita sentir que la adoraman cada jodido segundo del día.

-Inventarle un nuevo mundo cada día, porque a una limítrofe imaginaria no está adaptada socio-emocionalmente al mundo real de allá afuera.

-No le escondas información a una limítrofe imaginaria, nunca. Ella lo interpreta de manera muy distinta a cómo tú lo ves, y eso siempre sale mal.

-No asumas que la limítrofe imaginaria ve el mundo como tú, piensa, siente, tiene las mismas costumbres o imagina el mundo como tú, rara vez lo hace. Parece que sí, pero en el fondo no, rara vez percibe el mundo igual que tú. Lo que para ti es normal y deseable, para ella puede ser el fin del mundo, y lo que para ti es el fin del mundo, ella lo ve de lo más normal.

-Y finalmente, pero no menos importante. No le hagas creer a una limítrofe imaginaria que la adoramas si no es así, esa es la peor de las torturas chino/nazis que le puedes dar.

Seguiría escribiendo sobre las limítrofe imaginarias, pero hay una voz en mi cabeza que me dice que ya dije demasiado, y no le gusta que diga más de lo que nos conviene. Ahí viene! me despido, antes de que se de cuenta de todo lo que escribí. Por cierto, la voz en mi cabeza no es limítrofe, es esquizofrénica, y me imagina a mí.