¿Qué tienes tan importante que decir para que merezca ser leído? He ahí la real pregunta.
Porque siento que una página en blanco (aún una digital) es tan hermosa, que solo merece la pena el utilizarla, si lo que tienes que decir es bello, o importante, o trascendente o al menos medianamente interesante. Pero ¿Qué tengo yo?
A veces siento que mi interior hierve como un caldero repleto de insectos coloridos y brillantes, algunos más oscuros, algunos manchados, algunos blancos como nieve, algunos negro como la noche más oscura, pero cada uno con su propio caldero ebullendo en su interior. Como un carnaval dentro de otro carnaval. Y de pronto decido volver a sacar partes de mi alma y plasmarla en palabras, y el movimiento interno se acalla, se apagan las luces, los insectos se esconden, y quedo sola en medio de la pista. Como el presentador abandonado por los artistas de un circo, intentando patéticamente sacar adelante un show el solo.
Entonces, te pregunto otra vez ¿Qué tienes de bueno que decir para que merezca la pena ser leído?
Y cual mendigo, con mi ropa interna hecha girones, con la cara interna sucia y demacrada, con los zapatos de mi interior gastados de tanto deambular, sin abrigo en el alma para cubrirme del frío exterior... de ese frío que el abrigo externo no alcanza a filtrar, de ese frío que atraviesa ambos mundos, y pasa de mi exoesqueleto directamente a congelar hasta el último resquicio de mi alma.
Tercera y última vez que pregunto ¿Qué diablos tienes de bueno que decir que merezca la pena ser leído?
Y de pronto como si se dejara la vida en ello, el mendigo interior se levanta, se pasa una manga por la cara, no le importan sus harapos, sus ojos cobran vida, se sublevan, recuperan una dignidad que creyó extiguida. Se quita los zapatos, se quita los andrajos, se presenta orgulloso y desnudo, con un halo de rebeldía que le devuelve el amor propio, y sin más grita
¡¡¡NO ME IMPORTA!!! ¡YA NO ESCRIBO PARA TI, SINO PARA MI!
Y con esa dignidad solemne se da media vuelta y se va. Y mi vida interna y la externa se unen, se mezclan, y se confunden.
Al fin y al cabo escribir desde siempre ha sido un acto de rebeldía, y hoy me rebelo a escribir pensando en lo que tú quieres leer, sino me presento orgullosa y desnuda porque escribo lo que soy, y no lo que quieres que sea.